Él mató mi arte.
Mató mis ganas de llenar papeles de colores y garabatos, mató mi inocencia y la fe que tenía en las personas. Mató ilusiones, mató momentos, mató sonrisas antes de que nacieran y arrancó tantas lágrimas de mi alma que pensé que podría desvanecerme…
Hace tiempo que se fue. A veces todavía duelen las cicatrices.
Pero que no cante victoria: resurgí de mis cenizas, y otro Él llena mis días de color y fe mientras el arte inunda de nuevo mi vida.